viernes, 11 de diciembre de 2009

mucho balazo, mucho caballo


A mi sobrino Carlos Humberto, con esa característica de muchos niños, le gusta mucho leer. Me quedé pensando que libro le podía regalar para seguir cultivando ese gusto y me transporté a mis infantiles años; tenía yo como 6 años de edad cuando acompañaba a mi madre mientras impartía clases en la escuela primaria y me entretanía leyendo lo que pudiera.

Ya en mi casa mis lecturas favoritas eran los cómics western (en esa época afortunadamente no se veía la TV en Palaú) y creo que éstos influyeron notoriamente en mi afición y cariño hacia los caballos.

Decía que Red Rider y su caballo Trueno; Roy Rogers y Tigre; Gene Autrey y Champion; Hopalong Cassidy y Topper; el llanero solitario y Plata; entonces estos personajes eran literalmente para mí como si se leyera su nombre en español, muchisimo tiempo despues supe que eran: Red raider, roy royers, gin autry, jópalong cásiry.

Resulta que mi madre siempre estuvo atenta a la educación y aseo personal de sus hijos por lo que el corte de pelo era ultraconservadoramente corto, entonces en un receso de clases me puse a jugar con los alumnos, muy mayores en edad que yo y decidimos jugar a los vaqueros. El desaguisado vino cuando al adoptar personalidades para jugar dije que yo era hopalong casiddy y uno de los alumnos (muy avispado) pa pronto dijo que yo era "el pelón cassidy" en clara alusión a mi corte de pelo. Hice un coraje que nomás vean; ¡agredir así la fama de uno de mis héroes favoritos!

Pues trataba de pensar en una lectura actractiva para mi sobrino y pensé en los actuales "héroes" de los niños, puros personajes interplanetarios, con superpoderes, transformers y demás imposibles, tan imposibles como cuando nos vendían la idea de que en el año 2000 todos nos transportaríamos en naves aéreas. Ya me imagino a mi hija Alejandra en una aeronave, si en la jeep no la agarro...

Pues seguí pensando en que regalarle al infante y sigo pensando que aquellos héroes a caballo que defendían a los desvalidos son ahora más extraños que un político honrado.


Cosas veredes, Mio Cid
Y los niños probablemente dirán; ¡¿cual cid y porqué fuma esa cosa verde?!

lunes, 7 de diciembre de 2009

onde quiera se cuecen habas


Siempre quise tener una moto pero mi padre nunca accedió a tal deseo argumentando que son máquinas mortales , auténticas fábricas de accidentes. La energía se encauzó entonces a los caballos los que se encargaron de enseñarme lo que son los golpes pero creo que eran a manera de prueba, nomás para saber que tanta era mi afición y si después de tantas lesiones persistía en ésta.

Después de todo tanto los caballos como las motos proporcionan una sensación inigualable de libertad e incremento de adrenalina, con la diferencia que se ha descubierto en los caballos una ( o varias) propiedades curativas por lo que en Saltillo y el Estado han proliferado instalaciones ecuestres para tratar diferentes enfermedades sobre todo en los niños, entre ellas distrofia muscular, auxilio en el síndrome de Down, hiperactividad y muchas más .

Una gran diferencia entre motos y caballos es que las máquinas no requieren de alimentación, atención, medicamentos, limpieza de caballerizas ni un trato especial, como a animales, pero dicho esto en el sentido humano de quien ama a los animales y entiende que son seres vivos con necesidades propias.

Hay personas que derivan su gusto por montar a caballo al adquirir la afición de montar una motocicleta y es muy respetable, después de todo, también son caballos, "caballos de acero".

La foto es del desfile (cabalgata) previa al country fest de Chihuahua. Recientemente los motociclistas han procurado sumarse a las cabalgatas, haciendo manifiesto que de alguna forma son jinetes. Claro que son jinetes, y lo muestran participando en estas actividades de los vaqueros.

¡¡¡¡suerte vaqueros!!!!

martes, 1 de diciembre de 2009

La muerte huele a grisú


De como tres historias convergen para dar forma a una entrada o mucho brinco para caer donde mismo.

Numeral primero: No obstante que hace años me quedé con dos libros que me prestó mi hermano Reynaldo (y aún los conservo), me pesa mucho el haberle prestado yo uno de reciente adquisición y mi aflicción es porque tal ejemplar no regresó y más aún no sabe donde quedó éste.

Numeral segundo: Recordé recientemente una radionovela llamada "el ojo de vidrio"; trata de un bandido de la época Revolucionaria quien al perder un ojo suplió éste con una protesis vitrea. El recuerdo me vino porque mi sobrino Gume me platicó que al caballo de un paisano suyo (de Múzquiz)) lo había picado una víbora cuando el equino andaba pastando en el rancho y su paisano con ánimo revanchista y vengador buscó al reptil y le dió muerte con su arma, un revólver de seis tiros. Y es aquí donde las historias de ambos personajes se cruzan toda vez que aplicamos lo dicho por "el piporro" acerca del ojo de vidrio: "no tiraba con el ojo bueno porque estaba miope pero con el de vidrio miraba con aumento, un bulto bruto y no le herraba". No creo que la arrastrada lo estuviera esperando para responder por su acción y francamente dudo que a campo abierto se le pueda atinar un balazo ya no digo a un reptil sino a una calabaza "jalowinera" pero como los de Múzquiz son muy dados a magnificar sus historias pues habrá que apechugar.

El libro extraviado fue realizado con más entusiasmo que recursos monetarios por lo que solo pudo aspirar a una distribución regional perdiendose la oportunidad de dar a conocer anécdotas de personas que formaron parte de la historia de Palaú, una historia sumamente simple, sin buscarse mayores complicaciones, que éstas forman parte cotidiana de la población.

En Palau no tenemos grandes historias que contar, no fuimos colonizadores, cazadores de indígenas, grandes terratenientes, mucho menos contamos con algún coterráneo que haya ocupado la Presidencia de la República. Tenemos, eso sí, historias divertidas como la de los grandes bailes que se realizan el 11 de Julio (día del Minero) de cada año; deportivas por los triunfos del equipo "Tuzos" de beisbol; culturales por el paisano que de un pueblo tan modesto, llegó a laborar en la NASA; trágicas por los recurrentes accidentes mineros. Historias de gente común (com´uno se diría), gente que vive el presente porque el futuro queda esperando en la bocamina.

"La muerte huele a grisú", un libro que dibuja lo que fuimos y lo que somos. Un pueblo que espera.



Debemos tener muy presente ese antiguo y sabio dicho: quien presta un libro es un pendejo, pero mas pendejo es quien lo regresa.